26.4.17

Perdida y encontrada

Primero llegaron los días en los que no nos podíamos mirar.
Luego vinieron las amenazas acompañadas por el miedo.
En esos días también encontré algunas cosas.
Descubrí que solita era capaz de llevar los niños a la ciudad.
En Pilsen entre los santos, hallé un anillo hecho de bolitas que formaba un rosario.
Murmuraba los nombres de mis enemigos, uno tras otro, y de ellos hilaba una oración.
Mientras algunos antes-familiares se me iban escapando del corazón, un día se nos llegó una gallina viajera que se instaló en el garaje.
Le puse Providencia pero al poco se había convertido en Renegada.
Se quedó con nosotros durante los meses más duros de la soledad.
Pero en la primavera, la renegada descubrió una pradera de pasto alto tras la cerca de atrás, y ya no se negó el placer de la libertad.
La gallina se había ido, y yo también hallé que mi bienestar me pertenecía y que yo misma era mi mejor amiga.
Perdí un diamante en un anillo que a los doce años había encontrado  en un estacionamiento.
No extraño ni los anillos ni los lazos que representan.
Las cuerdas que resuenan en mí son las notas sonoras de una guitarra que toca el jazz a su propio ritmo.
Perdí toda vergüenza de hablar de mi familia en toda su complejidad ya que se me había vuelto hermosa mi historia de una tribu de muchos colores y sabores.
Y en esta tierra donde fluyen la leche y la miel, me encontré entre la paz, la esperanza, la libertad, y el amor.

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